El constante crecimiento de la población se ha visto reflejado en un deterioro continuo del medio ambiente con resultados adversos. Algunos recursos que parecían inagotables se convirtieron en escasos y adquirieron propiedades de bienes económicos. Tal es el caso del agua potable, que era un recurso libre pero actualmente es un recurso controlado y regulado por el Estado para suministrarlo a la población.
El agua se utiliza en todas las actividades humanas y es uno de los pocos elementos sin los cuales no podría mantenerse la vida. Este vital líquido ofrece grandes beneficios al hombre pero a la vez puede ser transmisor de enfermedades, ya que las actividades domésticas, industriales y agrícolas encaminadas a satisfacer las necesidades de la sociedad, generan diversos contaminantes (desechos fecales, restos de comida, aceites, jabones, detergentes; así como agua utilizada en la cocina, regaderas, tinas de baño, lavadoras de ropa, etc.) que representan las fuentes de contaminación de ríos, canales y lagos, así como la muerte de peces y demás animales y vegetación acuática.
Actualmente, el agua suministrada beneficia al 97.6% de la población. Sin embargo, la cobertura de tratamiento de aguas residuales apenas llega al 46.5%, por lo cual los avances para el saneamiento del agua no son suficientes, siendo importante implementar más plantas de tratamiento de agua residual para sanear el total de las aguas residuales producidas por la comunidad.
Por tanto, es necesario continuar con actividades que conlleven a rehabilitar, mejorar y/o construir nuevas obras de infraestructura a fin de sanear los desechos líquidos. Además el darle tratamiento a un mayor volumen de aguas residuales nos permite reducir la incidencia de enfermedades de origen hídrico, contribuyendo a crear y fortalecer un medio armónico entre la población y la naturaleza.
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Por: M.I. Yuridia Solís Arcos Fotos: Cortesía Aclara